viernes, 2 de julio de 2021

Orfelia


Cómo dejar de ser sumisa ante un mundo que te golpea constantemente. 

Ojo, está el otro lado de la vida, donde parece que todo es fácil, las paredes se vuelven herméticas, el frío no pasa, mirás televisión, tirada en la cama, con el café al lado de la almohada. El pop haciéndose en el micro, y ni siquiera cuentan los metros de distancia porque en la cocina te hacen la espuma para el próximo café. 

El mismo que ves en la película, o en la novela, cuando se levantan, acarician la taza con las dos manos, la mirada se despierta con el humo de la caldera que avisa, en un aullido armónico, que se apaga apenas se empieza a quejar. La mirada tibia, de recién despierta, el pelo tan despeinado como la cama ordenada. Todo el desorden en tu cabeza, pero afuera, hermetismo puro. No sea cosa que te vuelvas de esas… 

Esas que no aguantan el agua en los pies, que no soporta el calefón que no calienta, el agua fría que le corre por el cuerpo, los dedos arrugados de la tina que empaña los vidrios de un invierno crudo, crudo para quien sale, crudo para quien se anima a mirar, crudo para quien toca algo más que su taza. Toma algo más que el café de película, canta algo más que el sonido del despertador, mira algo más que la televisión, cierra algo más que la puerta del microondas, aguanta algo más que el agua fría del calefón que va a hervir en 3...2...1…Pensé que me moría, de sentirme un poco viva.

Y caminando hacia la puerta, parece haber otro mundo debajo de la rendija. El burlete me tapa la vista, me cubre del viento, y la estufa apaña el aire que me falta. Debajo de esa línea de movimiento, otro tiempo, algo parece traer calor, algo parece tener color. Orfelia, ojos color aceituna, cerquillo desflecado, pupila negra, pestañas oscuras, pecas amarronadas sobre los pómulos, más expresivos del lado derecho. El bolso de tela, las tres R: recicla, reutiliza, reduce. Su vida, cada tanto se deshace de algo y me lo da a mí. No quiero algo usado, pero parece que a mi ya me usaron. Los regalos usados son la única "R" que conozco, simplemente tangibles. Lo inmaterial no me llama, me aquieta, me bloquea, no pasa por la rendija por donde percibo movimiento. 

Y Orfelia… abre las ventanas, oye a los pájaros a las 8 de la mañana, mientras hace Yoga, entre tanto toma té Chai, se perfuma para oler mejor cuando camina, su aire me deja inquieta, el movimiento toca a la puerta. 9 de la mañana, su perfume y el pan recién horneado, integral, con semillas, y yo, la flauta que me pedí con el delivery. Ella, el pan y la miel, su té, y el amanecer que se desliza por su ventana colonial, en la mía, se arrassstra, mientras se empuja las gotas de la humedad que me empaña los vidrios, se pelean por cuál gota baja más rápido para llenar de agua el piso en menos segundos. Ella, las deleita con un baile mañanero y un desayuno de los buenos. Yo, las seco con un trapo viejo, usado. Mi cara, un tormento, el desayuno… la cena de antes de ayer, los azulejos brillan y yo veo el portland detrás de la pared, el cuadro que dicen que te invita a reflexionar... yo veo el marco. Sucio y lleno de polvo. Como sobras, sobras de lo que queda de mí. El día está nublado, salgo al balcón, miro el suyo, huele las flores que todavía no salieron, los capullos se asoman y los colibríes le danzan. 

-Qué lindo día feo, ¿no?- acota Orfelia mirándome con cara esperanzada. 

Nada para decir. Lindo, nunca hubiese entrado en mi acotación, ni en el contexto, ni en mi balcón. Mi balcón tiene olor a pichi de gato, del que ni siquiera tengo, el aroma a la tierra seca de mi maceta. El cactus pide agua y yo, vuelvo a entrar, nada que mirar. Mucho menos podría apreciar un día feo y asociarlo a la palabra lindo en una sola oración. Tocan a la puerta, una oleada de aromas florales, me dan náuseas, entre quejidos de cansancio, abro la puerta, entra el viento y yo lo dejo pasar, me muero de frío, me tiemblan las piernas, sus pecas, grises. Su pupila dilatada, no deja ver el color aceituna, el pan integral, no tiene semillas, tiene olor a tierra, y entre las grietas de la harina seca, veo cicatrices, cierro los ojos y puedo ver entre medio, algo afuera.

Es Orfelia, como un viento que te da vuelta, una cachetada que te abre la puerta, te confunde entre aromas, estímulos y entre todo eso, ella. Su sonrisa, transparente, sin grises, sin tonos, sin olores nauseabundos, y yo... vagabunda de amor, miserable de una vida sin recuerdo, de marcos llenos de polvo, de tés que no huelen a nada, de una vida sin amor, aunque parece tomar color, las pecas, el sabor, un beso, un beso, un beso un beso, me besó, ojos verdes, flequillo peinado, labios rosados, y yo, ¿dónde estoy? ¿y yo? ¿cómo soy?. Empiezo a viajar entre los olores que empiezan a acariciar conceptos, parecidos al ideal, parecidos a ideas de películas románticas, del olor a algo parecido a la miel, el amor, amor del bueno, del desayuno sano, de la meditación yóguica entre cantares de pájaros. El marco que enmarca un cuadro, un cuadro lleno de significado, entre ella, estoy yo, el viento me trae un poco de mí, de mi olor, me acaricia la piel, se me despeinan los sentidos y me dejo caer en una mente que recuerda sensaciones, sentires, emociones, y quiero ser ella pero estoy con ella, y ella soy yo, y yo ella. La miel me acaricia, la tierra se moja, el cactus hace fotosíntesis, el balcón se llena de sol, las ventanas lloran de calor, y yo... absorbida por segundos de frío vivo, de un aire aromático. La soledad se va por la ventana y yo, me quedo, parada, frente al espejo, y la puerta quedó abierta...

jueves, 28 de marzo de 2019





El medio. Un puente hacía otro lugar. El binomio entre dos cosas. El medio de un millón. Todo es una combinación.
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Círculo cromático. Colores primarios, el azul y el blanco. Da el color del cielo. Alma de anhelo entre un destello de suelo y otro espacio. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Tercera dimensión. Un abrazo en un sillón. Dejarse caer en el almohadón. Al final de día algo sabe a tu olor. Un aroma me lleva a vos, nada me distancia de tu alma, me vas devolviendo la calma.
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Ego. Un punto negro entre tanto blanco. Esa peca en mi pupila. Un ala en vuelo, la otra caída. Un único beso justo en la mejilla. El placer de mi clítoris entre tanto ardor. Un molde hecho con sus propias manos. Una escultura de mi propio cuerpo. Mi imagen en el espejo. ⠀⠀
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Amor. Un beso entre el caos. Tu beso en este caos. La calle. El ruido. Los autos. Lo ordinario. Lo desubicado. Todo se reubica. Un beso de tu nariz en la mía. El aliento de tu boca me trae el mar como si fuera una roca. Tu comisura es mi límite, mi boca se rompe sorprendida de encontrar la anatomía perfecta que me deja al borde.
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Borde, de la incertidumbre, entre lo difuminado de deshacerme, desglosando la lógica de un rito imaginario, el mito del amor, creo sentir algo universal, pero mi amor, mi centro está en tu borde, quedo en un equilibrio parecido al de la cuerda floja, el amor desmorona mis sentidos, me interpela como hace la música en mi oido. Nadie no escucha nunca a la música. Nadie nunca no sintió el amor, pero flota como las palabras abstractas entre burbujas sonoras.
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Lógica, dicen que es una, que lo que es es, que hay fines que son fines en sí mismos. Mi amor se vuelve un fin, no hay medio, no hay dimensión, todo me trae a vos, al final del día busco tu ombligo, tus bordes, el camino hecho de relieves de tu espalda, tu entrepierna articulándose conmigo. Te busco en mi auricular como un medio para encontrar tu música. Sos la musa más clara, en tu silueta no hay lunar que no sea fiel al magnetismo de tu cintura. Te cuento al oído...la mía está embelesada sobre la tuya.

jueves, 21 de marzo de 2019

Tu tempo cardinal


   Tu tempo cardinal


Un abrazo semidistante
me roza al saludarte
Se prende fuego
todo cerca de mi entrepierna

Buscando asilo itinerante
Intento buscar la equidistancia
entre tu brazo, tu ojo y mi entreceja
Se me transparenta en el brillo del ojo
que te observo de reojo

Se me cae la cara
La soltura es arma
Desentramando los dedos de una mano
Fue apareciendo otro tempo

Abrir y cerrar de ojos se volvió leyenda
Aprendí tu lenguaje de señas
Queriendo parecerte a la tormenta
Sólo encuentro más primavera

Estaba buscando algo fresco
Te encontré en tu afán de merodear
deseando que el azar te encuentre a vos
y te regale un rato una mente en blanco

El blanco de tu ojo es de color
No hay nada neutro en vos
Tu balance marea mis ejes
de norte a sur de este a oeste







lunes, 18 de marzo de 2019

Mate agrietado

Un mate.
De cerámica, ¿quien diría que lo que hacemos a veces no se arregla? Si la cerámica la hacemos con nuestras manos. Si el mate es un invento, y el mate de cerámica un hecho.

Nadie me dijo nunca antes que algo que uno hace a veces no se arregla con nada.

Es el fin en sí mismo, creo que si algo se quiebra no lo puedo usar. Creo en vano. Invento para intentar plasmar algo que entiendo es rompible. Y cómo se entiende que algo que uno genera puede romper. Puede quebrar y por más ínfima sea la grieta a veces ni su mismo material lo arregla. No hay mejora. No hay arreglo. Es un hecho nuestro invento. Inventamos también lo que rompe, lo que estalla, lo que agrieta. Creamos lazos que nos interpelan, nos aprietan. Otros abrazan hasta romper, no todos los brazos llegan a tocarse con las manos. 
El abrazo un invento de algún cuento. ¿Será cierto eso del abrazo eterno? ¿Quién dice que no es todo frágil? Si mi mate, mi depósito de yerba, mi caja de pensamientos, el recorrido de mi bombilla como agua que fluye por un solo tubo, lo acaloro y nada importa si yo no me quemo. Egoísmo. ¡Puro egoísmo el de mi ombligo! Agrieta el cordón desde la punta del tuyo, algo se suelta. Algo en tu abrazo.
Egoísta mi boca que no para si no arde, que no sale si no quema. Error el de mi oído de escuchar hasta el cansancio. Qué egoísta mi mano que eligió cargar con esto. Que egoísta mi brazo que buscando algo distinto te encontró.

Mi mate.
La cerámica, se resquebraja. Se moja la bombilla, se empapa mi garganta, caliente, húmeda, moja. Gotea.
La cerámica se rompe, los lazos estallan. No hay arreglo, el mundo pone las reglas. La ola rompe. El sexo termina. Un grito termina en el silencio. Un eco. Un instante.
¡¡Nadie me dijo!! Nadie me dijo, que la ley de gravedad funciona hasta para el cansancio, se agrieta en el suelo mi mate, se quiebra la cerámica, se quiebra un corazón.
Los lazos se rompen también, las grietas por más finas que sean también quiebran, la grieta puede estar sellada por fuera. Pero lo roto, roto está. El dolor tiene una cicatriz, el amor es lo que sella.

martes, 19 de febrero de 2019

Descubrí, que las estrellas también se estrellan


Descubrí, que las estrellas también se estrellan.


Suave, la sensación de lo que me sostiene.

Algodón, la textura del que me abraza lento.

Un solo rayo, parte en dos la nube y caigo.

Me creo flotar, creo que vuelo, ahora soy pájaro.

Pero… ¿Dónde están mis alas? ¿y las plumas?, percibo de todo: olores, un paraíso que parece estar sucio, miles de escenarios que desde mi mundo no veía. Tengo una vista panorámica pero caigo más rápido y más. Me dejo flotar, eso creo, cuando más me acerco al piso siento que me falta el aire, que algo no anda bien. Me siento débil y fuerte a la vez, no controlo esto, sólo parezco invencible tengo, una fuerza que no podría haber llegado estando en la nube, sin ese rayo, sin que se haya roto todo lo que me sostenía arriba. Y ahora caigo. ¿Qué está pasando?  Caigo cada vez más veloz, y paso las nubes, y paso lo celeste y veo niebla, y entre la niebla un pájaro que vuela contra la gravedad pero de una forma serena, que parece controlarlo todo con su cuerpo, con sus alas, con sus plumas, todo parece fluir en él pero yo caigo sin control de nada, ¡algo partió mi casa! y sigo cayendo y me veo y veo todo y recuerdo lo último, lo revivo y siento y huelo y experimento lo que no hubiese podido, no me tiré, me caí. Me estrellé, me hice partículas, soy muchas y soy yo. Somos muchas y somos yo.
Y. ¿Me estrellé o me estrellaron?, si el piso no hubiese sido el límite ¿qué hubiese pasado?

¿¿¿¿Y si no hay límite????

Me estrellé y me abrí y se me rompió la esencia que me mantenía hecha agua, que me hizo gota que me hice gota, que me derritió, que me separó que me dejó flotar, volar, caer, descontrol.
El descontrol se apoderó de mí.

Me apoderé de lo fugaz, pero sólo pasé por ahí. Me hubiese detenido a mirar más, a tocar, a sentir, pero tuve que sentirlo todo así, corriendo, sin querer volando, no sabía si lo disfrutaba, el miedo no me dejó ver, no supe que pasaba realmente, ¿caí o me dejé caer?

¿Quién me tiró? La nube parece haberme abandonado.

Ella era mi casa, ¿o primero el rayo la quiso partir? El rayo la buscó ¿o detrás del rayo hay una descarga?

¿Cómo surgió ese rayo?  y ¿cómo el rayo parte pero tiene esa luz?

Luz transformada en oscuridad según yo. Aunque algunas de las mías parezcan caer con él, pero cerca del rayo ellas parecen caer por inercia, pero de afuera parece que gustan ser su compañía, se ven invencibles, tienen un Dios a quien seguir y si se estrellan nada importa, se esparcen, se hacen miles, pero lo acompañaron al partir y en su proceso, todo fue tan veloz.
No me daba para pensar y yo me creía lo más chico de este mundo y ahora que me dividí ni siquiera me siento más chica simplemente me doy cuenta de que soy miles, millones, que ni siquiera me podía medir, ¿todas los que caen se estrellan? ¿Todas simplemente nos reproducimos y sobrevivimos en agua?
El agua a veces cae y se escurre, y pasa por lugares que nadie puede pasar, pero soy tan transparente a la vez, me dejo ver, soy invisible, el que me ve sabe que estoy ahí, pero me ve a través de lo que muestro tras de mí, de lo que mi esencia trasforma y refleja, mi naturaleza hace brillar hasta un hierro oxidado.
Hago que todo parezca limpio, pero ¡nadie me ve a mí! . Yo solo soy una simple gota, y no importa cuando estoy cayendo, ni siquiera importa mientras caía ni cuando caí, simplemente importo cuando tengo algo para brillar, cuando demuestro ser algo para otra cosa.

¿Seré arte?  Digo, supongo que genero algo ¿no?  Pero ¿haré llorar?

Creo que cuando estoy en todas nosotras, hago llorar. O quizás no llorar pero en los días lluviosos veo que mis compañeras, o todas mis yo, mientras yo me recuesto en mi nube veo cómo otras caen con fuerza, algunas luchan por caer en lugares determinados a otras les gusta viajar, y caen donde saben que el viento las va a correr, calculan muucho, algunas son muy calculadoras, buscan el lugar más horrible visto desde arriba pero donde ven viento se tiran, sabe que el viento las va a llevar a un lugar más hermoso, entonces más o menos calculan antes la diagonal, los vientos, algunas han estudiado geografía para llegar a donde llegan, algunas tienen accidentes, según, si se les cruza un pájaro o hay algún imprevisto, pero la mayoría, llegan. A veces veo algo que creo que los humanos le llaman “Villas”, en Marvin Norte sé que hay una, si quiero caer ahí entonces me tiro en Marvin Sur si el viento va hacia ahí es Ostro. Si quiero caer en esa plaza Fabbrini donde una amiga me contó, que hay un día que se llama algo así como Dominio, que se juntan unos tambores y hay mujeres que bailan como gotas cuando llueve, en ese caso me tendría que tirar por Hiprólito Irigoyen,( lo aprendí en geografía) y el viento me va a llevar hacia ahí. Tengo un problema con las eeerrrre, se me cruzan en todos lados, especialmente en los nombrres que le dan a los lugarres los serres humanos. Y soy un poco distraída entonces nunca le di mucha gota, simplemente lo fui dejando pasar. Mis amigas se ríen de mí ¡porque a veces digo cualquier cosa! Pero son mis amigas, y me quieren así.


Algunas de ellas cuando caen sienten una adrenalina tremenda, unas hacen yoga y mientras caen parece que más que caen, levitan, como si el cielo estuviera abajo, van en un Om eterno. Y les gusta caer en lugares también transparentes como el vidrio, generalmente detrás del vidrio hay un ser humano que observa a través, y las ve caer, no les gusta pasar desapercibidas pero tampoco llamar la atención. Se dejan absorber por el vidrio, son muchas, caen en partes, a veces se coordinan, les gusta eso de caer en grupo. Las más competitivas van tan rápido que cuando caen y se estrellan, se pierden porque no se dan cuenta que todas las partículas son ellas, se vencen y se dejan morir a veces por la sequía de los asfaltos que enseguida ven su búsqueda, las contaminan y se las tragan. Rocío la maestra de todas siempre nos enseña que no nos olvidemos que somos Unidad, por eso las que tienen más ego se van perdiendo en el camino. Otras más juguetonas, en el asfalto encuentran charcos esperando a ser pisados para chispotear en patota, a algunas les gusta más dejar de ser gota y solo ser parte de un mar. Otras prefieren caer en la playa, esas se pierden en la masa, olvidan su esencia y prefieren flotar, parecer de color. Prefieren alienarse de su transparencia, dejarse ensuciar, calentarse con el sol, son las más cómodas, van con la marea. Aunque a mí me gusta quedarme en mi nube, calentita con el sol que da todo el día, y estar cerca de la luna, pero éste rayo cayó de sorpresa no avisaron las estrellas ésta vez. Ellas parecen estar siempre conectadas. Pero ayer me enteré que eso era una ilusión, que las estrellas también se estrellan, bah ya se estrellaron, hace años. Sólo que estoy a tantos años luz de ellas que nunca lo supe, ¡qué ignorrante!, ahora entiendo, yo pensé que ellas se habían estrrellado contra la luna una noche, y se habían salpicado como nosotras.

Siempre me dio miedo caer de la nube, cuando mis amigas iban cayendo las veía tan ilusionadas pero muy pocas volvían a contar lo de acá abajo, mi mejor amiga Acuarina, Acua, como le decimos, me contó por telepatía todos sus intentos de volver, pero le fue imposible y fue adaptándose a el “mundo inferior” como le decíamos nosotras.

Yo soy Géminis, ese es mi nombre, a las de mi nube nos ponen nombres de signos, me dicen Gé para diferenciarme de las otras siempre sentí mucha culpa, y hace poco menteré que “es típico de Ge-mi-nia-na” y me quedé un poquito más tranquila, ahora que me lancé al mundo, bah me tiraron ya no sé cómo subir o cómo diría Gotafalda, la Biblia de mi nube “¡¡¡Parren el mundo que me quiero bajar!!!” aunque lo reemplazaría por subir, porque mi nube está arriba, pero bueno, qué más da, este mundo de locos “está patas para arrriba” como decía mi abuelo Chaparrrón, ahora lo entiendo todo.

jueves, 7 de febrero de 2019

El sabor de tu charla




La charla en la mañana. 

Apurada, antes de salir, con la mirada contemplando a través de la ventana, miro hacia afuera a donde voy. Al trabajo, la rutina me espera, y ésta charla me exaspera. Tiene fecha de vencimiento y es ahora. Cuando la responsabilidad me recuerda, más allá de la charla, -llamémosla así-, que la acompañan palabras..., y la interpretación de lo que decís, entra en mi sobreinterpretación, Se mezclan mi vida y mi historia, y la tuya. La puteada de tu monólogo parece agresiva, tu "-¡qué hijo de puta!-" entra en mi, como una cicatriz que parece abrirse cada vez que la escucho, siento cómo me agarrás la piel, como te asomas en mi cuerpo y me vas desgarrando, sacás cada punto de la cicatriz, uno por uno, volviendo a agrietar una herida vieja. Tan vieja que dentro sólo hay sangre seca, pareces despertar la sospecha de mi rojo vivo que se mece entre mi cuerpo esperando que le abras ese punto , el más doloroso, para chorrear por el poro abierto, esperando a ser liberado. 

Y el pelo se desprende, diminuto y no lo veo, se entrelaza por la puerta y parece quedar tirado en el silencio de mi llanto interno, se vuela con la brisa agria de tus palabras. Mientras hablás hay un aliento de por medio que sopla hacia mí y en un recuerdo inconsciente parecés despertar algo que creía inherte, sin vida. Me despierta un sentido, el olor fuerte de tu boca, el ácido junto con el relato que parece divertido pero a mi cuerpo le duele. Simplemente porque mi humor y el tuyo no concuerdan, solo porque aquella vez que sentí "-qué hijo de puta-" no fue con gracia, no me hace reír como puedo verte a ti, riéndote, quisquilloso, trayendo insultos que solés decir, como parte de tu diccionario vulgar.

 Lo que sí ríe es mi humor negro intentando escabullirse entre tus dientes buscando el tímpano para callar la campana de tu lengua, para atar tus cuerdas vocales y que de tu boca lo que salga sea silencio, o.. lo que simplemente espero escuchar. Un poco atolondrada en la charla y distraída sabiendo que termina cuando la alarma, siento un chillido que me entorpece un poco, ¡¡¡la caldera!!! Suena la caldera vieja, de las que si dejás mucho rato se chupa toda el agua. Elijo correr y parecer apurada a ver si tu discurso se calma,y me gritás continuando desde la mesa hacia la cocina y yo simulo escucharte, hasta que empiezo a sentir algo confuso, que me hiela la corrida, siento tu llanto, como si estuvieras sollozando atrás de mi nuca, como si resoplaras y todo tu aliento quisiera entreponerse entre mis pelos finos, que sobrevuelan el calor que me da escucharte.

 La charla parece haberse puesto amarga, - ¡Ddddd! - como el gusto del primer mate, ¡¡qué asco!! Intento mirarte pero mi cara en ese momento solo muestra asco. El asco que tiene tener algo desgradable que no podés escupir. Y pienso, ¿no? ¡Cómo la vida misma!, ¿cuántas veces aguantamos algo sin mostrar la cara de asco para no herir? O simplemente por educación. Y lo que esté pasando lo soportas sin respirar por un tiempo, con los pómulos apretados y el ceño bien fruncido, reteniendo un abultamiento bajo los ojos juntando el párpado superior con el de abajo. Como cuando estás mucho rato al sol y pasas por la sombra y sentís cuán apretado tenías el gesto. Con el mate no hay compromisos, total, lo armo yo. Como mi vida, ¿Por qué soportando que mis oídos una vez más te escuchen? De repente sonrío, trago un poco de agua y el resto lo escupo, salpico un poco alrededor de la pileta, me limpio con el trapo sucio de la cocina, no sé por qué , cosas de la vida... Te observo, y logro verte en un pozo tan estancado que ni siquiera, ni aunque te escuche o me ría contigo, o de vos, ni siquiera así te vas a dar cuenta, parece que estás tan encerrado en vos, que ni siquiera alcanzo vislumbrar lo que decís. Y lo entiendo todo.

 De que el sabor de la charla es como el primer mate, como cuando estás encerrado en una clase escuchando a un profesor, y no puedo escupir, lo tengo ahí, justo por salir, pero por "educación" no debería hacerlo. No puedo escupir y me tengo que tragar el gusto, ese amargor, tóxico, de la primer cebada, de la bombilla ya usada, con el óxido negro que me queda en la boca, con los pedazos de bombilla que se desarman, a lo largo del tiempo. 

No quiero tragarme más ésta charla. Necesito un caramelo dulce, agarro mi banana, te miro, te despisto, me observás correr de acá para allá sin poder entrar en mi cuerpo, ahora hablás un poco cortado, ni una vez más te miro y pensás que lo entendí todo al verte, y sí, gracias por eso, simplemente te miré porque fuiste un tremendo espejo, junto con el mate sabio de mi abuelo Ramón. Y así como si nada, parece que puedo dejarte sentado como querías, hablándole a la nada, total... Seguís ahogado en el llanto actuado de un niño que busca atención sin querer que lo salven de nada. Es solo llorar, llorar por llorar. Y mirá que lo hago tooodos los días, a veces antes de tomar el primer mate, cuando hablás me caen lágrimas, mientras te miro de reojo aparentando que pruebo el calor del mate, no solo lo tomo, junto con él, una lágrima salada, salándome un poco el gusto amargo de tu charla.